“Receta para construir una mujer global: Tome unas gotas de Amarige de Givenchy. Un poco de crema antiarrugas de Clinique. Una porción de extracto revitalizante para el cabello de L’Oreal. Mézclelo cuidadosamente para que no haga grumos. Distribúyalo sobre un cuerpo femenino de 1.80 metros con 90, 60, 90 centímetros de pecho, cintura y caderas, preferiblemente rubio. Si no encuentra fácilmente este producto en el mercado, puede recurrir sin remordimientos a silicona y colágeno, extraer algunas costillas y realizar lipoescultura.
Salpimiente con algo exótico a gusto. Cueza a fuego lento en un caldo con algo de consumismo, fin de las ideología y la historia u otras hierbas…Sirva enfundada en Dona Karan, Ágata Ruiz de la Prada, Dior, Armani…de acuerdo con su presupuesto” (Moya, 2010).
Efectivamente, esta “receta” ideada por la cubana Isabel Moya Richard es a todas luces un ejercicio irónico, pero que encaja a la perfección al hacer una reflexión sobre la comunicación visual en nuestros días. Los clichés y estereotipos sobre la visualización y cosificación femenina, al parecer no cambian con el paso del tiempo, sino que al contrario, se acentúan, se magnifican y se vuelven cada vez más evidentes.
Es quizá, en el terreno de los medios de comunicación masiva y de la publicidad en lo particular, donde encontramos una sobreexplotación del cuerpo femenino y una mirada donde la masculinidad sigue siendo hegemónica.
Simbólicamente, la publicidad, las telenovelas, el cine, las revistas y demás, son generadoras de aquellas fuerzas invisibles que legitiman y reproducen los símbolos culturales predominantes en el llamado nuevo orden mundial de la comunicación y la información. La centralidad de los medios de comunicación en un puñado de consorcios televisivos/editoriales/de entretenimiento (léase Televisa o TV Azteca en América Latina y Time Warner, Fox News Corporation o Walt Disney por citar sólo algunas), dan como resultado el diseño y modelado de la percepción global de nuestra vida cotidiana.
Estos monopolios son los que dictan tendencia y fijan agenda sobre lo que se debe o no ver y cómo debe de ser interpretado. Estos monstruos mediáticos deciden lo que está “in” y lo que ya está “out” sea en entretenimiento, moda e incluso, en sistemas de valores. Los imperios del infoentretenimiento (Jenaro Villamil, 2010) controlan los contenidos audiovisuales siendo una gran influencia cultural:
“Estos (medios) crean el medio ambiente cultural presionador de un sistema de vida, de un estilo de ser y relacionarse con los demás. Impulsan el consumo como meta principal y articulan la idea de u ciudadano tipo para la civilización del consumo que se expande por encima de fronteras” (Reyes, 2007).
El gran reto para este siglo sería el desmarcarse del discurso teórico homogeneizador, generado desde los centros tradicionales de poder, y situar los contenidos en una realidad que resignifique la imagen femenina.
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Después de conocer la realidad habitante en los cuerpos de las mujeres, es preciso profundizar en los cuerpos de las mujeres trans, quienes políticamente han sido vulneradas e incluso consideradas como “no tan mujeres”. Pero desde la perspectiva de los Derechos humanos y contemplando la dignidad como camino, habría que cuestionarnos, ¿qué significa ser mujer? ¿Quién decide quién es y quién no es mujer?
Estas respuestas nos guiarán al entendimiento de que el ser mujer es un verbo activo y las personas somos sujetos políticos, no sólo por nuestro género sino por el solo hecho de existir en una realidad social y más allá de los prejuicios, creencias y pensamientos, las mujeres trans existimos, resistimos y no pararemos de luchas por nuestros derechos.
«Este proyecto fue apoyado con recursos del Programa Nacional de Impulso a la Participación Política de las Mujeres a través de organizaciones de la sociedad civil 2021 y no podrá ser utilizado con fines de lucro o con fines de proselitismo partidista»
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